familia-hernandezLa familia Hernández Hernández puede ser uno de los más nítidos ejemplos de una realidad social que estremece la Cuba profunda. Los nueve miembros de esta prole de habaneros negros, humildes y trabajadores, sufren la angustia de convivir por muchos años en condiciones deplorables y con el agravante del delicado estado de salud de varios de sus integrantes, sin que parezca asomar una esperanza de solución a sus angustias.

Víctimas de la desesperación y la impotencia los protagonistas de esta trama han visto crecer su familia y su tragedia en la pobre vivienda que ocupan en la calle Diaria # 10, en la parte más antigua de la Ciudad de la Habana. En la habitación de solo 5×4 metros se agolpan el lecho de los ancianos, la mesa de comedor, un angosto pedestal de de concreto y azulejos para los utensilios de cocina y el muy pequeño cuarto de baño construido dentro de la estancia. En las noches el espacio superior, creado por un entrepiso de madera ─ popularmente conocido en Cuba como barbacoa─ y todo lo demás, se llenan de camas improvisadas para que la familia se mal acomode.

El estado deplorable y peligroso que presenta la cubierta de la vivienda y la humedad que carcome todas las estructuras motivó que hace veintinueve años, en 1982, la familia recibiera dictamen de albergue, lo que implicaba abandonar su lugar de residencia y trasladarse a esos recintos o enclaves donde muchos cubanos aguardan durante años y en condiciones bien difíciles por la soñada casa nueva.

Como muchas otros núcleos familiares, ante la expectativa de vivir muchos años en ese limbo de privaciones y promiscuidad, decidieron permanecer en su casa y esperar porque el Estado cubano ─único capacitado para hacerlo según el sistema vigente─  les otorgara la tan esperada vivienda.

Sin embargo el tiempo transcurrió y, como tantas otras, la familia Hernández Hernández se convirtió en víctima de la incapacidad del gobierno cubano para satisfacer las necesidades de la sociedad, incapacidad matizada por las actitudes indolentes y corruptas de los funcionarios encargados de enfrentar y solucionar un problema social tan urgente como el de la vivienda.

Con los años la familia Hernández Hernández ha visto como el hacinamiento que padecen se agrava con los serios problemas de salud que confrontan varios de sus integrantes.

Ernesto Oscar Hernández, el padre de familia, cuenta setenta y seis años, padece asma crónica y diabetes mellitus a causa de la cual sufrió perdida de la visión y la amputación de su pierna izquierda, se encuentra postrado en un sillón de ruedas con su pierna derecha inmovilizada a causa de un accidente de trabajo, por el cual no recibió indemnización alguna

Su esposa Margarita Hernández de sesenta y cinco años padece diabetes, hipertensión severa y cardiopatía. En el último año ha sufrido una isquemia coronaria y un infarto cerebral que la ha dejado postrada y sin control de sus funciones fisiológicas.

El nieto de ambos Inosmay Boza de diez y siete años padece un retraso mental severo, además de un complejo cuadro epiléptico. Por su parte Azanis Boza, la nieta más pequeña del matrimonio Hernández Hernández, de diez años, vive con su pulmón izquierdo extirpado y un cuadro de alergia bronquial incompatible con las condiciones de su vivienda.

Aunque parezca increíble el Estudio médico-psico-social que el gobierno cubano realizó en todo el país para explorar y solucionar los problemas de los discapacitados, no pasó por el hogar de los Hernández Hernández, a pesar de que el programa se extendió con todo éxito y el concurso de los especialistas cubanos a los más recónditos parajes de Nicaragua, Venezuela, Bolivia y Ecuador.

En los últimos diez años esta familia ha desarrollado un periplo, convertido en odisea, a través de todas las instancias administrativas responsables y encargadas de atender casos tan graves como el suyo, hasta llegar a recabar la atención de las más altas autoridades gubernamentales del país, siempre para recibir respuestas evasivas e indolentes que han dejado insatisfechos sus reclamos.

Ante las gestiones de la familia los funcionarios encargados respondieron cosas tan sorprendentes como: que por muy grave que fuera su situación, si se dirigía a las más altas autoridades del país, estas remitirían su reclamo a la instancia local que se ha mostrado incapaz de solucionar el problema. También les explicaron que si no había viviendas disponibles para otorgar en el municipio no se efectuaría la reunión en la cual se discute y decide el destino de la media docena de casos calificados como muy graves.

En otra ocasión les informaron que el Historiador de la Ciudad Eusebio Leal tenía sesenta casas cerradas en el municipio, pero que la dirección municipal de la vivienda carecía de autoridad sobre ese fondo habitacional que en realidad es uno de los muchos poderes y prerrogativas entregadas hace años por parte del ex presidente Fidel Castro a este personaje de la política y la cultura nacional

Ante esta saga de desamparo, irresponsabilidad, impotencia, desidia y desesperación la familia Hernández Hernández ha decidido acudir a organizaciones independientes de derechos humanos para dar a conocer su tragedia, por cierto muy parecida a las de miles de cubanos de a pié.

Resulta conmovedor apreciar como esta familia sufre día a día las condiciones deplorables que deben enfrentar sus enfermos, mientras las autoridades se muestran incapaces, más por desidia que por imposibilidad material, de concederle la vivienda que necesitan, dotada de condiciones idóneas y cerca de las instalaciones médicas a las que constantemente necesitan acudir.

Resulta lacerante imaginar cuantas familias  a lo largo de la Isla sufren condiciones infrahumanas de existencia sin atreverse todavía a gritar su dolor para que los interesados en la realidad cubana a través del mundo conozcan las tristes verdades de la Cuba real y profunda.

Leonardo Calvo Cárdenas

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