Inmejorable la escenografía. Los actores volvieron a ejercitar sus dotes histriónicas. Como era de esperar, no hubo problemas con la nueva función, esta vez al aire libre.
El elenco volvió a mostrar una copiosa secuencia de sonrisas y gestos para darle crédito a las afirmaciones de funcionarios y propagandistas dedicados cubrir con un manto de espontaneidad, lo que se consigue a golpe de amenazas y condicionamientos.
Como detalle peculiar de la “celebración”, esta vez en la vanguardia marchó una nutrida representación de los trabajadores por cuenta propia. El control de este sector por parte de la oficialista y única Central de Trabajadores de Cuba (CTC), es un hecho consumado.
De acuerdo a informaciones recientes, más 80% de estas personas está sindicalizada. Cifra alcanzada en tiempo récord, gracias a un envidiable poder de “convencimiento”. Es casi seguro que para el 2013 la cantidad de afiliados sobrepase la cifra actual. ¿Llegará al 100%?
Fieles al proverbio de que “una imagen vale más que mil palabras”, volvieron a desplegarse los mecanismos de movilización a través de los cuales se llenan calles y avenidas de personas enarbolando cartelones con consignas patrióticas y frases que subrayan el compromiso de apoyar el sistema político vigente a cualquier precio.
Fueron pocos los trabajadores capitalinos que decidieron quedarse en sus camas. La mayoría partió en la madrugada para los puntos de concentración desde donde se inició la marcha hacia la Plaza de la Revolución.
Allí, alertas y combativos, aguardaban el secretario general del sindicato y el jefe del núcleo del partido de los respectivos centros laborales, para tomar notas de las ausencias.
Faltar a una actividad de este tipo, aparte del descuento salarial, constituye la vía expedita para enfrentar una serie de represalias que incluyen señalamientos críticos, amonestaciones que amplían las posibilidades de ser trasladado a una plaza de inferior categoría o ser separado temporal o definitivamente, de existir pruebas de reiteradas negaciones a participar en estos eventos.
Millones de personas alrededor del mundo quedarán nuevamente confundidas al ver las imágenes de tantos seres humanos reunidos para celebrar la efeméride, sobre todo si conocen que el salario promedio del trabajador cubano es de 1 dólar diario.
Por otro lado quienes apoyan a la dictadura tienen nuevas evidencias para validar sus tesis a partir de una masividad incuestionable.
Es complicado entender el funcionamiento de un sistema que ha logrado combinar hábilmente, una represión selectiva y de baja intensidad, sin dejar a un lado los procedimientos más crueles cuando es necesario, con una serie de puntuales acciones humanitarias que rebasan las fronteras nacionales.
Pese a la existencia de antecedentes similares, como en los países del desaparecido bloque socialista, todavía no se logra, al menos de una manera notable, convencer de que el apoyo al régimen es minoritario y que la pasividad de la población se explica a partir de la aplicación del terror, en un sinnúmero de variantes.
La doble moral es una de las armas contra las asfixiantes normativas que se elaboran en cada institución del estado.
Así que ir a un acto de reafirmación revolucionaria o deshacerse en aplausos después de una exhortación al sacrificio para salvar al socialismo, es parte de una dramaturgia construida sobre los cimientos de una realidad condicionada por el miedo.
Lo que viene sucediendo en Cuba desde 1959, es un desastre, aunque a menudo parezca lo contrario.
En vez de una nación responsable y con un futuro promisorio, lo que se ha construido es un teatro donde no hay funciones alternativas en la cartelera.
La pretendida épica revolucionaria, es una falsedad. Sobre las calles de La Habana lo que se escenifica día a día es una tragicomedia de mal gusto.
Jorge Olivera Castillo
contacto: oliverajorge75@yahoo.com