Mensaje con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial.
La Habana, 21 de marzo de 2012
Hoy se cumplen 52 años de la masacre de Sharpeville, Sudáfrica. El 21 de Marzo de 1960, la policía dio muerte a tiro a 69 manifestantes, mientras protestaban pacíficamente contra las leyes impuestas por el régimen del apartheid. Muchas personas fueron victimas, entre ellas mujeres y niños que resultaron heridos.
Una ola de repugnancia recorrió el mundo. La Asamblea General de Naciones Unidas quiso honrar la memoria de las victimas de la masacre y condenar el racismo declarando de forma oficial esta fecha como Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial.
Gracias también a esto, el sistema de apartheid en Sudáfrica fue desmantelado, y las leyes y prácticas racistas en muchas partes han sido abolidas. Se ha establecido así desde Naciones Unidas un marco internacional para la lucha contra el racismo, guiados por la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial.
En Cuba este año se conmemora un siglo de la masacre de los miembros del Partido Independiente de Color (PIC) y el racismo continúa siendo uno de los grilletes de nuestra historia. La rabia es menos disimulada, pero estamos frente un peligroso combustible. Aún las narrativas del poder continúan postergando el debate en la agenda pública, que compromete el espacio de todos los ciudadanos, en nombre de una ficticia unidad. El debate en los espacios fiscalizados constituye una unidad blindada que intentan, sin embargo, silenciar tendiéndole un cerco. El miedo al negro es una estrategia amplificada desde la colonialidad del poder.
El virus del racismo continúan infectando las relaciones personales. Muchas personas todavía están ancladas en los nudos de la pobreza, en gran medida a causa de la intolerancia.
Para derrotar al racismo, todos debemos interrogarlo y mirarlo de frente. Cada uno de nosotros debemos rechazar los actos de discriminación en nuestra vida pública y privada. Para nada debemos tolerar la degradación insidiosa de la discriminación como algo natural. Ni podemos resignarnos a considerarlo un atributo de la naturaleza humana. Al racismo hay que penalizarlo y emplazarlo públicamente. No podemos continuar actuando pasivamente, hay que hacer presión social desde la ciudadanía
Debemos condenar abiertamente el doble discurso del poder que, mientras se da golpes de pecho por un lado condenando el racismo vigente no asume, por otro lado, sus responsabilidades en esa persistencia y refuerza los patrones coloniales y discriminatorios que definen a la sociedad cubana.
El silencio educacional y mediático de acontecimientos y personalidades relacionados con la capital contribución de los africanos y sus descendientes a la historia y la cultura nacional, habla alto y claro de una cantada pero inexistente voluntad política positiva contra esa innegable persistencia de mentalidad y prácticas coloniales bien enraizadas en nuestro cuerpo social.
Avanzar en el 2012 bajo la ignominiosa sombra de la estatua reinstalada del presidente que ordenó la masacre de miles de implicados e inocentes en los sucesos de la primavera de hace un siglo, la arrogante develación de una tarja que enaltece la gris memoria del capitán José Francisco Martí, ejecutor del fratricidio, así como el paso de otro sumo pontífice por Cuba sin que las autoridades políticas y religiosas se ocupen de que tome contacto con lo más genuino y profundo de la religiosidad popular, representada en sus líderes confesionales, constituyen señales inequívocas y preocupantes de la dimensión del reto que afrontamos aquellos cubanos cada vez más comprometidos con la justicia social y la igualdad.
Somos sujetos de nuestra propia marcha y nada impedirá que como voces desobedientes pongamos en práctica el ejercicio del derecho ciudadano a la lucha contra la discriminación.
Comité Ciudadanos por la Integración Racial