Reinaldo Arenas ha regresado virtualmente al lugar en el que aún continúa desterrado. Al territorio donde tantas veces ha sido satanizado y en el cual se han desarrollado campañas mediáticas en su contra aún después de muerto. Sin cátedra alguna fue expulsado de la Cátedra de Letras, era un animal literario, escribía salvajemente. Fue descubierto por el poeta Eliseo Diego.
Recientemente Ediciones Unión en su colección La Rueda Dentada presento en la Sala Villena de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), el testimonio literario Misa para un Ángel de Tomas Fernández Robaina. El libro sale a la luz pública 10 años después de haber sido escrito. Lo mismo pasó con su libro El Negro en Cuba: historia de la lucha contra la discriminación racial (1902-1958) y 20 años que no se reedita.
Leer Misa para un Ángel es asomarnos a zonas desconocidas y no muy bien interrogada del mapa cultural cubano, para otros solamente es una historia Light. A Reinaldo Arenas aún formando parte del panteón de la cultura cubana, no se le perdona su militancia política, su abierta militancia sexual, su lujuria y su talento. No se le perdona los éxitos cosechados por Antes que Anochezca, su celebre memorias y la película del mismo nombre de Julián Schnabel, considerada por la prensa oficial cubana como pornografía política.
A través de Misa para un Ángel, Tomás se toma la libertad de dialogar con Reinaldo, se permite hablar sin censuras, desnuda zonas públicas y desconocidas de la mala hora del campo intelectual revolucionario. La crisis de confianza, la rigidez marxista y la fragmentación de la sociabilidad revolucionaria dio lugar a que muchas vidas fueran marcadas y excluida del campo intelectual. Su mirada aún no restablece los puentes desvirtuados por la ceguera y la parálisis cultural.
Vidas aun silenciadas como la de Clara Moreira, Ingrid González, Delfín Prats, Walterio Carbonell, Aurelio Cortés y otros que sufrieron la marginación, el destierro involuntario, 50 años después muchos no han sido rehabilitados y disculpado públicamente. Todos marcados por experiencias traumáticas, convertidos en seres inadaptados y frágiles. El mapa oficial de la cultura cubana aún es una unidad blindada en donde no se concilia libremente la alteridad y la diferencia.
Reinaldo Arenas, el pintor Raúl Martínez, el dramaturgo Abelardo Estorino y Tomás F. Robaina son parte de una generación excluida de la ciudadanía revolucionaria, que se atrevieron a buscar posibles respuestas a sus interrogantes, fracasaron al atreverse a ser ellos mismos en su búsqueda desenfrenada del placer y la libertad. Una generación que defendió a capa y espada la soberanía del orgullo frente a las demandas políticas e ideológicas, frente a la búsqueda de un nuevo sujeto humanista desde la moral socialista, el aún no encontrado hombre nuevo.
En el libro Reinaldo y Tomasito vuelven a nadar en el transparente mar de la Concha, a pasear por las calles donde fueron jóvenes, a frecuentar la zona de libre comercio de la jungla gay habanera, a la caza de los muchachos en flor, buscando cuerpos deseosos de los sexos. La ciudad es el mas fiel testigo de ese dialogo, escenario de conflicto y de tensiones políticas. Los 60 y los 70 son épocas en que Tomas recuerda con mucha alegría, entusiasmo pero también con mucho dolor, tristeza y temor.
Mientras Tomás juega con la memoria de quien fuera unos de sus mejores amigos, aún quedan muchas personas del campo político e intelectual desterrado del mapa sentimental, historiográfico y cultural de la nación. Aún la política dominante de la nación no restaura el dialogo, las apariencias y las diferencias, es algo que no se permite el narcisismo revolucionario.
Más allá de las buenas intenciones que de Tomás al iluminar a unos de los iconos del patrimonio literario de la nación, han pasado 20 años de su muerte y su obra continua desechada y marginada, es un desconocido en su propio país. Reinaldo Arenas continúa siendo el enfant terrible de la literatura cubana contemporánea del cual muy pocos críticos y ensayista se han atrevido a hurgar en su obra.
Robaina intenta conversar con Reinaldo como en los viejos tiempos, en que Tomasito era conocido entre el grupo como La Comunista, por otros la Goyesca. Arenas continua siendo el mismo escritor maldito para quienes lo condenaron al ostracismo. Aún continua siendo persona non grata en lo cenáculos literario y buen ejemplo de eso es que la plana mayor de la institución no estuvo presente. Los parametrados- rehabilitados algunos convertidos en Premio Nacional de Literatura y en algún momento compañeros de viaje del difunto no se atrevieron a hablar.
Una misa sin la voz del difunto no tiene gracia alguna. Algún día Reinaldo Arenas tendrá la posibilidad de regresar a su patria, algún día se podrán desatar los nudos de la memoria. Su obra pertenece a la Isla más todo sus exilios.
Galería fotográfica del evento:
Coordinador Nacional del CIR