El racismo, la discriminación y los prejuicios se manifiestan en la sociedad cubana como unidades blindadas. Son rocas firmes muy bien acomodadas, las cuales están dispuestas a resistir. La ideología del color es un discurso dominante que, como narrativa del poder, se defiende.
Cada una de estas manifestaciones son ejercicios de ciegos que habitan bajo una corteza que muchos son incapaces de descifrar. El racismo es una de las peligrosas etiquetas que impide la verdadera integración nacional, un viejo asunto que continúa siendo mal interpretado por las narrativas del poder, pues es debatido entre líneas desde estaciones ilegitimas y anclado en la macroconciencia social.
Uno de los grupos mas vulnerable lo es la mujer negra y mestiza cuyas identidades son permanentemente agredida y herida emocionalmente. Son parte de un grupo social que históricamente ha estado en el sótano de la pirámide social. La imagen de la mujer cubana de origen afro ha sido construida a partir de estereotipos negativos que continúan reproduciéndose desde los imaginarios de la diversidad.
La publicidad, los medios audiovisuales (cine y televisión) son las plataformas de comunicación mas frecuentes en los que su autoestima e imagen es violentada permanentemente. Estas herramientas son ambientes de apoyo que colaboran muy activamente en la socialización de esquemas de prejuicios y discriminación hacia ellas. Son estaciones legítimas en la cual se promueve un retrato infiel de nuestra ecología social.
La mujer de origen afro se comercializa como un fetiche desde la publicidad asociada a la promoción del turismo, en otros sectores como los cosméticos, exhibidores decorativos de establecimientos comerciales de la red de Tiendas de Recuperación de Divisas su imagen es totalmente invisibilizada.
En los medios audiovisuales continúan siendo el objeto del deseo. Están reservadas para dar alegría y sensualidad. En el campo de la publicidad, son presentadas como hembras de ébano, siempre dispuesta para satisfacer deseos, aberraciones, lista para la conquista y la mordida, protagonistas de una sexualidad desenfrenada.
También desde la ciudad letrada, muy particularmente desde el universo de la narrativa cubana, igualmente es excluida, violentada emocionalmente y estereotipada hasta la crueldad. La historia de la mujer negra, sus conflictos están ausentes de las obras de casi todas las narradoras conocidas y de la crítica feminista.
Mientras la imagen de la mujer afrodescendiente continúa anclada en el callejón de la mala fama y en el lamento del suburbio, mientras son victimas de discriminaciones múltiples, existe una cofradía de mujeres que desde el ejercicio de la soberanía ciudadana se manifiestan como rebeldes e insumisas.
Son nuestras Magdalenas sin Fronteras que desde diversas miradas asumen con agudeza el debate sobre el racismo y los prejuicios que habitan la sociedad cubana. Mujeres que intentan construir desde las letras un lenguaje para proteger y defender el derecho de ser ciudadana.
Las investigadoras Inés Maria Martiatu Terry, Sandra del Valle, Maria Ileana Faguaga Iglesias, Yusimi Rodríguez, Yesenia Selier, Sandra Álvarez Ramírez, Odette Casamayor Cisneros, las poetisas y narradoras Georgina Herrera, Carmen González, Teresa Cárdenas, la cineasta Gloria Rolando, la dramaturga Fátima Patterson, la actriz Elvira Cervera y la artista de la plástica María Magdalena Campos Pons son algunas e las celebres damas que escarban en sus mas íntimos latigazos, contribuyen a descifrar ciertas trampas confinadas en el mercado del silencio.
Desde sus pluralidades rechazan los límites impuestos desde la perspectiva del otro, revelan tácticas de resistencia a la dominación y dibujan historias de vidas y nuevos modos de firmeza. Están muy conscientes que el racismo es una saliva amarga, una miseria anclada en una nueva decoración, de que la mujer de origen afro es victima de una violencia erótica calculada.
Son mujeres que sienten el orgullo de ser negra, aun en sus sueños les asustan los ruidos de las cadenas, no ocultan sus rostros para nombrar sus miedos, son el grito de una conciencia lastimada, reivindican la belleza negra como valor estético, no dejan de asumir con coraje sus altos riesgos pues ellas representan la voz de los que viven estrechos, de los que se aferran a cualquier esperanza, los que no pudieron traspasar las barreras de las fronteras mentales, ellas amplifican su voz por una cultura de la equidad mientras manifiestan su propia rabia.
Ellas mismas se responden preguntas surgidas de interrogantes. Ellas han aprendido a buscarse en la oscuridad, en el silencio, en el nombre del padre, del hijo y de todos los infelices. Desde su necesidad de soberanía espiritual son las protagonistas de una conciencia étnica siempre en alerta. Llevan en su piel tatuado el dolor pero no se dejan vencer, para ella la revolución comienza ahora.
Juan Antonio Madrazo Luna
Coordinador Nacional del Comité Ciudadano por la Integración Racial