La Habana, 7 de febrero de 2011
La campaña contra Carlos Moore continúa. Es decir, la lógica del racismo institucional sigue ganando la partida. Que el gobierno de la Isla persiga a uno de los pioneros de la lucha contra la discriminación racial sería normal. Su racismo no es por elección, sino por naturaleza. Pero que en ese ataque participen quienes se supone deben defenderle, significa que el modelo criollo que sirve de planta y envoltura a la malograda integración entre cubanos vuelve a afianzar uno de sus mejores dispositivos: la instrumentalización permanente de las diferencias lógicas entre quienes han dedicado su vida, esfuerzos y mejores ideas al debate por el completamiento de la nación cubana.
En esta instrumentalización ganan siempre los criollos con partida de nacimiento cubana en el mismo terreno en el que pierde Cuba como nación posible. Esta es la peor derrota que podamos imaginar justamente en el año que las Naciones Unidas dedican a los Afrodescendientes en todo el mundo.
El pobre espectáculo de personalizar un conflicto político, histórico y sociológico que tiene anclada a Cuba en el siglo XIX no es edificante. Lo es menos, el hecho de rendir cuentas de este conflicto en los Estados Unidos. Que la academia norteamericana ofrezca una resonancia de alta definición al debate de las ideas, no los hace mejores jueces de las situaciones históricas y políticas alrededor del mundo. Y asombra y duele que personas e instituciones que se precian de su soberanía intelectual no muestren la cautela, el tino y la exquisitez de mostrarse maduros en terrenos ajenos. Sobre todo si, como tenemos entendido, se trata de terreno enemigo.
Moore vuelve a ser certero porque, frente a muchos de sus adversarios cubanos, ataca la raíz estructural del racismo en Cuba donde otros prefieren atacar las visiones y los conceptos de personas concretas. Mientras Moore abre interrogantes que pueden ser controversiales, otros sustituyen el discurso demostrativo, casi siempre horizontal, por un discurso retórico asumible por las oficinas de inmigración. Así ni se aporta ni se construyen las premisas del futuro.
Los intelectuales negros, así lo creemos en el CIR, tenemos una misión histórica: fomentar el conflicto de pareceres sin dejarnos dividir. Cuba se ha perdido como nación justamente porque, a lo largo de nuestro decurso, no hemos estado a la altura de nuestros desafíos y del calibre de nuestra misión. Si algo se nos exige es la madurez que nunca han demostrado quienes sí han podido poner a negros contra negros a través de las estructuras represivas del Estado. Ya esto es demasiado, y suficiente.
En todo caso, atacar a Moore deja sin responder la pregunta principal: ¿después de medio siglo, es Cuba un país racista?
Juan A. Madrazo Luna
Coordinador Nacional
Leonardo Calvo Cárdenas
Vice coordinador Nacional
Eleanor Calvo Martínez
Directora del Observatorio Ciudadano contra la Discriminación (OCD)
Manuel Cuesta Morúa
Arco Progresista