pccSi el 13 de septiembre de 2010 se consuma la liquidación de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) como representante genuino de los trabajadores, el 19 de abril de 2011, fecha de clausura del VI Congreso, testimonia la ruptura del partido comunista de Cuba (PCC) con cualquier sentido estratégico de nación. Allí donde la CTC se mujaliza, el PCC se actualiza siguiendo el modelo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), anterior a la reforma democratizadora en México. No es de extrañar por tanto la falta de entusiasmos ciudadanos.

Ambos procesos internos están conectados en profundidad. No es mi propósito desde luego describir aquí los caminos paralelos que siguen la CTC y el PCC, pero para lo que se nos viene encima en términos políticos, económicos, sociales e históricos creo importante destacar el nuevo tipo de conexión priista que se establece entre ambas instituciones: la CTC se define claramente como el mecanismo de control sobre los trabajadores en manos de un partido sin ideología, aceleradamente pragmático y anclado al poder. Los privilegios, los beneficios y el castigo son los medios propios de este control.

Se me dirá que siempre fue así, por supuesto. Sin embargo, existía una realidad de la apariencia, fundada en la idea de un partido cuya esencia y sustancia ideológicas provenía de los trabajadores, y de una CTC que representaba concretamente los intereses y las necesidades de aquellos frente a la pérdida posible de las «armonías naturales» entre administración y mundo del trabajo.

Por ejemplo, cuando los trabajadores de Antillana de Acero, una vieja empresa situada al sureste de La Habana, discutían con la administración en torno a sus intereses y necesidades afectados, lo hacían bajo la ilusión de que eran el sujeto fundamental de un partido político en control absoluto del Estado. La CTC se situaba de este modo en medio de esa tensión, «velando» por el equilibrio entre sus dos lealtades básicas: el partido-Estado y los trabajadores. Pero cuando los trabajadores de la Empresa de Telecomunicaciones SA (ETECSA) pueden ser convocados para funciones paramilitares, la CTC solo tiene la misión de recordarles que si no acuden a la convocatoria pueden ser castigados con la pérdida de beneficios y privilegios, incluyendo el puesto de trabajo mismo. Con los trabajadores de Antillana observamos, todavía, un vínculo de clases; con los de ETECSA vemos ya una relación estrictamente clientelar.

Esta transición -para el futuro de Cuba resulta esencial entenderla- queda completada con el VI Congreso del PCC recién concluido. Por lo que en términos ideológicos podemos decir, con toda propiedad: adiós al partido comunista.

Manuel Costa Morúa


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