El problema racial en Cuba, complejo, profundo y ancestral ha sido por mucho tiempo motivo de inquietud creciente para muchos intelectuales y profesionales negros y mestizos, que en ámbitos íntimos o cenáculos cerrados discuten hasta la saciedad sobre sus visiones, criterios, preocupaciones, experiencias, frustraciones y esperanzas acerca de una realidad que afecta, de una manera u otra, a todos los cubanos y que compromete seriamente el futuro de la nación.
Si bien en Cuba no existen contradicciones y enfrentamientos interétnicos abiertos o generalizados, ni la discriminación racial institucionalizada, por las complejidades internas estructurales y sistémicas que caracterizan a una sociedad tan cerrada como la cubana, el problema racial que nos aqueja se agrava, se hace evidente y peligroso, en tanto amenaza con provocar fracturas y desbalances demasiado grandes en un país abocado a transformaciones trascendentales.
No hay que ser muy observador para darse cuenta que después de varias décadas de cantada igualdad nominal los giros y reordenamientos socioeconómicos operados en Cuba dejan como principales perdedores a la población negra y mestiza de la Isla, siempre preterida y postergada, tanto en los accesos a las prominentes posiciones políticas y económicas, como en las representaciones simbólicas y mediáticas.
Es explicable que en muchos países hispanohablantes de Centro y sur América las minorías negras solo sean visibles en muy localizados ámbitos deportivos o en las noticias, como protagonistas de los más graves problemas o desequilibrios sociales, pero que después de casi cincuenta años de un sistema, como el cubano, presumiblemente diseñado para establecer y garantizar igualdad y justicia plenas, que el alto porciento de población negra y mestiza este prácticamente desplazadas de las jerarquías políticas, militares y empresariales, que padezca de una casi nula presencia en la televisión y el cine nacional y siga ostentando la mayor representación en la población penitenciaria, demuestran atrofias y carencias que bien merecen la preocupación, atención y acción tanto de los entes políticamente responsables como de los intelectualmente capacitados para reconocer, valorar e incidir en el problema.
Ante la gravedad creciente del problema, en los últimos años aumentan las manifestaciones aisladas, las discusiones en esos círculos cerrados e incluso algunos acercamientos al tema en publicaciones oficiales que, rara vez van a la esencia y las causas del asunto, ni promueven el muy necesario debate que de manera abierta, transparente y desprejuiciada se acerque al tema, para siquiera explorar las vías de enfrentamiento responsable a una realidad que incluso ya comienza a preocupar a las autoridades que, sin embargo, todavía están lejos de aceptar que no es con el silencio o las impositivas manipulaciones desde el poder que mejor puede enfrentarse tan delicado y trascendental asunto.
Los cubanos negros y mestizos que gozan de capacidad intelectual, bagaje político, presencia social o prestigio y que se sienten golpeados tanto en sus intereses y relaciones personales y sociales, como en su más profunda sensibilidad por esos problemas de reconocimiento y acceso que nada tienen que ver con el tradicional discurso emancipatorio de las autoridades, nunca se han mostrado dispuestos a conformar movimientos coherentes o articulados para enfrentar las causas y manifestaciones de sus preocupaciones en el plano político o cívico.
Solo la veterana y destacada actriz Elvira Cervera se ha manifestado abierta, publica y transparentemente a favor de tomar cartas en el asunto , desde todos los niveles de la sociedad, para encontrar la formulas que permitan eliminar ese desfase cada vez más evidente entre la realidad demográfica y la representación simbólica, institucional y mediática de los negros y mestizos en Cuba. Con pesar y como si no dejara de sorprenderse la octogenaria y adorable actriz refiere su experiencia de que han sido precisamente los intelectuales negros y mestizos los que más han rehuido o rechazado sus llamados, a pasar de la preocupación permanente, a la activación consecuente para enfrentar un problema de trascendencias poco previsibles.
Los que supuestamente se ocupan del asunto desde diferentes instancias o posiciones oficialistas parecen estar más preocupados por agradar a las autoridades, por no parecer hiper críticos o discordantes y sobre todo por proteger sus intereses particulares. Para estos señores y señoras los Estados Unidos no África o el Caribe es el principal escenario foráneo de sus actividades y cabildeos, allí se muestran liberales, aperturistas y amantes del debate y la diversidad, aquí se han constituido en una elite cerrada, manipuladora y conservadurista, con muy poca capacidad de avance y movilidad en el esfuerzo reivindicatorio y la búsqueda cívica y cultural que debe ser su principal objetivo.
Por otra parte, en esos ámbitos oficialistas y cerrados hemos visto moverse a varias destacadas personalidades afro norteamericanas que se acercan a la realidad cubana bastante despojados de los fundamentos que sustentan las visiones y luchas de las minorías en los Estados Unidos y con una perspectiva romántica y distorsionada de las relaciones sociopolíticas de la Isla, por demás inexplicable, puesto como me aseguró un profesor afro norteamericano, hace ya varios años: aquí basta con ver muchos negros en las calles y casi ninguno en los gabinetes para discernir que algo sucede.
Ejemplo ilustrativo es el destacado actor Dany Glover quien parece haber escogido un impropio escenario para canalizar los respetables desacuerdos que sostiene con el sector de la clase política que ocupa el poder en su país quien en sus encuentros con ese auditorio impenetrable de interlocutores bien escogidos adelantó la propuesta de numerosos proyectos que han quedado en el umbral de la intención, como si alguien pensara o temiera que el alcance y la trascendencia de estas iniciativas más allá del cerrado circulo de los elegidos puede contribuir a desatar una espiral de manifestaciones incontenibles e indeseadas.
La definición y posibles soluciones a los ancestrales y complejos problemas raciales en Cuba se ven profundamente afectadas en tanto el gobierno se niega a admitir su fracaso en este delicado tema de honda trascendencia social, así como a abrir los espacios a los tan necesarios debate y participación sin restricciones ni condicionamientos. Por otra parte se hace evidente que la inmensa mayoría de los intelectuales negros y mestizos no han logrado poner sus inquietudes y responsabilidades sociales por encima de sus temores e intereses.
Lo dicho se agrava puesto que las formaciones políticas alternativas no se han atrevido a reconocer que el problema racial es un problema cultural, social, humano y político que deben decidirse a abordar en sus programas y diseños políticos.
Con independencia definida del gobierno se han fomentado dos proyectos que pretenden ocuparse a fondo del problema y la integración racial en el país:
Uno es la Cofradía de la Negritud, animada por intelectuales y trabajadores sin militancia política, quienes desde una proyección eminentemente cívica han desarrollado en los últimos años, un encomiable esfuerzo por la afirmación de los valores culturales y sociales de la población negra y mestiza, esfuerzo seriamente afectado por la carencia de espacios y recursos que afrontan en Cuba las iniciativas verdaderamente independientes.
El otro es el Movimiento de Integración Racial (MIR) Juan Gualberto Gómez que, integrado por personas con más o menos participación en el movimiento de oposición pacifica y de derechos humanos, desarrolla una dinámica mucho más confrontacional, pero que está limitado en sus alcances por su poca solidez intelectual y debilidad estructural-programática.
Solo un proyecto político reconocido y con trayectoria ha tocado con profundidad, tanto en el ámbito analítico como programático, el tema de la integración y los derechos de este importante segmento de la población, cuyo aporte a la estructuración cultural y a las definiciones históricas y políticas del país esta muy lejos de corresponderse con el pobre reconocimiento efectivo de los espacios y potestades que por derecho propio corresponde a los afro descendientes cubanos.
La Corriente Socialista Democrática Cubana (CSDC) dentro de su Programa Político General conocido como Cuadernos del Socialismo Democrático de expresa en un acápite de su Proyecto Social:
«EL PROBLEMA DEL NEGRO»
El problema del negro en Cuba es un fenómeno complejo que ha persistido a través de los siglos como componente consustancial de nuestra indefinición histórica y nuestros desencuentros culturales. Se puede definir como un proceso histórico de lucha de ese sector contra la subordinación, injusticias y desigualdades encaminado a alcanzar una plena conciencia de pertenencia, identidad y destino nacionales. De su definitiva solución dependen problemas tan vitales como la conformación definitiva de nuestra nación.
La transculturación histórica esencialmente entre europeos y africanos, reducidos estos últimos por su condición de desposeídos a esclavos y por su aspecto exterior a negros, constituyó un largo y doloroso proceso que impidió cristalizar una conciencia única de pertenencia, identidad y destino, debido a que lo esencial, la pertenencia al género humano, quedó subordinado a lo aparente, el color de la piel. Ese proceso cerró el camino de los negros para acceder a la tenencia de propiedades y a la cultura, condiciones básicas para la participación social en igualdad de condiciones y sirvió de fundamento para que la élite dominante transformara las ideas irracionales en prejuicios raciales e ideología racista.
El proceso de identidad en este sector se inició entre los propios negros con diferentes niveles económicos y matices de la piel y se hizo evidente en los palenques y sublevaciones desde el siglo XVI hasta la primera mitad del XIX. Luego durante las guerras de independencia en la segunda mitad del XIX la estrecha relación de solidaridad entre blancos y negros propiciaron los primeros brotes de identidad nacional negriblanca.
Sin embargo, abolido el régimen esclavista, los negros que fueron a la guerra y se convirtieron en héroes, llegaron a la República como lo que habían sido antes, simplemente como “negros”. La agenda de igualdad y justicia social por la que lucharon continuó sin solución. No fueron representados por ninguno de los partidos tradicionales, los intentos de crear partidos independientes culminaron en una masacre y las sociedades de negros, asimiladas por los patrones culturales blancos, comenzaron a discriminar a sus similares con menor economía y cultura. Luego la participación en las luchas dentro de los sindicatos y partidos de izquierda le propiciaron algunas conquistas que fueron recogidas en la Constitución del 40 y en legislaciones posteriores.
La Revolución de 1959 propinó el más fuerte golpe sufrido por el racismo en la historia de Cuba mediante medidas institucionales y educativas que abrieron las puertas de lugares prohibidos, de empleos e instrucción mejorando sus condiciones de vida. Sin embargo, junto a los beneficios, los negros perdieron instrumentos insustituibles como el asociacionismo civil, la prensa independiente y los debates públicos, regresando a la peor posición en toda su historia. La crisis del socialismo real en 1989 los sorprende indefensos ante el resurgimiento de conductas racistas y el empeoramiento de sus condiciones de vida, excluido –por no haber emigrado– de las remesas familiares, conjunto de factores que se reflejaron en la presencia masiva de negros durante los acontecimientos de agosto de 1994.
La colonia no tenía interés en solucionar el problema del negro; la República reconoció el problema y permitió el asociacionismo y el debate público, pero sin dictar medidas institucionales; la Revolución tomó medidas educacionales e institucionales, pero desmontó la sociedad civil y los derechos correspondientes. En fin, el problema del negro adoleció del tratamiento integral que requiere un fenómeno de tal grado de complejidad.
Teniendo en cuenta que el tratamiento del problema del negro exige la satisfacción de demandas insatisfechas durante la historia, que su problema es parte de la solución de otros problemas nacionales y que requiere un tratamiento integral dirigido simultáneamente contra causas y prejuicios, la CSDC propone:
– Promover un debate abierto y público sobre la problemática del negro –que se consideró resuelto y se ha querido mantener en silencio durante demasiado tiempo– encaminado a hurgar en las causas y las correspondientes formas de combatirlo.
– Suspender y penar por la ley la caricaturización del negro en los medios informativos y cualquier forma de discriminación de las que sean víctimas.
– Tratar de forma priorizada el derecho de este sector a la propiedad en cualquier proceso de reformas.
– Priorizar el acceso a la información y la elevación de su nivel de instrucción y cultura.
– Elaborar y desarrollar un programa de educación general a largo plazo dirigido a toda la población hasta que las diferencias de instrucción y propiedad entre blancos y negros desaparezcan.
– Crear espacios y legalizar el derecho de asociación de las cubanas y cubanos negros para encaminar los esfuerzos dirigidos a la eliminación de las causas del estado actual y de la discriminación, así como a propiciar la integración racial y la superación de los mismos, de forma independiente del Estado, para participar en el mercado de trabajo en igualdad de condiciones.
Los resultados deben ser verificables para que los beneficiados puedan sentirse parte y sujetos de un proceso de justicia social hasta que desaparezcan de la realidad y las mentes la imagen de subordinación y su lugar lo ocupe la imagen de pertenencia universal de identidad y destino común”.
Como demuestra este proyecto, así como otras declaraciones y publicaciones de la CSDC y la coalición a que pertenece, el Arco Progresista, para la izquierda democrática institucional de Cuba no podrá reconstruirse una nueva nación con fundamentos de convivencia moderna, plena integración y garantizada paz social si no enfrentamos con valentía política y determinación cívica el reto de hacer valer en el plano de los derechos, el estatus y la representación el equilibrio que existe en el ámbito demográfico entre los diferentes componentes étnicos de la nacionalidad cubana.
Revertir los encomiables alcances de la primera mitad del siglo a cuenta de pretender implantar la total igualdad de manera automática y por decreto, lo cual implicó suprimir el debate, así como los derechos y espacios de asociación de los afro descendientes cubanos, es el pecado original de la revolución cubana, recuperar esos espacios cívicos, la voz independiente y abrir el debate es el primer paso para enfrentar el problema con posibilidades de solución, conscientes de lo largo y difícil que será un camino plagado de obstáculos y traumas históricos, culturales y subjetivos.
Ante esta compleja realidad el silencio cómplice o interesado, la insensibilidad o el inmovilismo pueden constituir el pecado definitivo e irreversible, puesto que para enfrentar esos retos y acercarnos a los objetivos deseados, los intelectuales y políticos cubanos, negros y mestizos, tememos toda la responsabilidad y muy poco tiempo.
Leonardo Calvo
Vicecoordinador Nacional del CIR