La edición del miércoles 11 de enero del diario El Nuevo Herald nos trajo las valoraciones que el periodista Oscar Peña hace sobre el presente y el futuro de una Cuba que no pervive ni en los sueños del más despistado de los mortales. Aunque por avatares de la comunicación el mencionado artículo llegó a mis manos varios días después no puedo menos que compartir mis criterios sobre formulaciones tan delicadas como inquietantes.
Los cubanos que han decidido abandonar la isla en este último medio siglo, si de comportamiento político se trata, pueden sorprendernos con las actitudes más increíbles. En el año 2002 muchos compatriotas se apuraron a convalidar con su firma el carácter irrevocable de un socialismo que ellos no iban a disfrutar porque ya tenían señalada fecha de vuelo, cada mañana cientos de cubanos se abalanzan sobre las oficinas consulares de varios países para hacer patente su intención de abandonar el país con las cuotas de las “organizaciones revolucionarias” bien pagadas.
En los extremos del exilio o la emigración, como prefiera llamarle cada cual, nos encontramos a los que cada día exigen que los aquí sometidos a los rigores del totalitarismo nos inmolemos para ellos poder recuperar lo que no pudieron defender en el lugar de los hechos y los que puestos a buen recaudo, en los brazos de la democracia, cantan loas y justifican al régimen de La Habana. Por suerte ninguno de los dos grupos constituye mayoría numérica, pero por desgracia cuentan con la resonancia de los medios de comunicación.
Al segundo grupo parece pertenecer este señor que se desPeña por un abismo de ensoñaciones para entregarnos una Cuba donde la represión en todas sus formas, el chantaje, la coerción permanente, la omisión y la manipulación informativa más descarnada, la “universidad para los revolucionarios”, el índice de peligrosidad pre delictiva, la violación flagrante al derecho de movimiento y los mecanismos de vigilancia y delación son simplemente un dato colateral y despreciable.
Para el señor Peña en Cuba no se producen los cambios necesarios y esperados porque los cubanos que en los últimos años se han establecido en varios países de América Latina temen ―y según él trasmiten ese miedo a los familiares y amigos quedados en la Isla― la reproducción en nuestro país de los problemas y desigualdades sociales que sufren estas naciones del subcontinente.
El señor Peña nos advierte preocupado desde la climatizada Florida “¿Quién garantiza que mañana Cuba no tenga esos penosos cuadros sociales de América Latina? Obviamente esas dudas frenan los cambios en Cuba”. En su artículo nos conmina, desde allá, a hacer los cambios tomando en cuenta lo positivo que tenemos y nos informa que en Cuba contamos con atención a la salud, la educación y la niñez.
Si con esta infantil manera faltar el respeto a la inteligencia ajena no estuviera jugando con cosas tan delicadas los dislates del señor Peña moverían a risa.
Lamento que este imaginativo analista no se haya enterado que la desesperación de los cubanos es tan grande que son decenas de miles los que han tomado otra nacionalidad aunque no puedan abandonar todavía el paraíso que tanto elogia. Son muchos los cubanos que se establecen en cualquier lugar del planeta para, con mucho esfuerzo a veces, buscar las oportunidades que no tienen en su tierra.
Peña en su artículo pierde de vista el avance y la estabilidad socioeconómica de la región, no parece haberse enterado de los éxitos y alcances de los cubanos establecidos y de paso por estos países y que si en realidad muchos optan por trasladarse a Estados Unidos, es por el natural afán de mejorar y nunca porque piensen que Cuba es mejor.
El señor Peña no toma en cuenta el caso de Chile por ejemplo, donde un gobierno estable y exitoso fue sustituido por su adversario ideológico al que ahora un segmento de la población electora combate en las calles. Tanto una cosa como la otra son derechos y fundamentos elementales de esa democracia a la que el analista parece restarle valor. Eso son los derechos de que carecemos los cubanos, acaso equivocarnos y rectificar por nosotros mismos. De esa carencia han huido hacia cualquier lugar cientos de miles de compatriotas, incluso el.
El analista es incapaz de pensar que si tuviéramos tan excelente sistema de salud, los miembros de la burocracia castrista, los turistas y negociantes extranjeros no necesitarían centros hospitalarios exclusivos y bien diferentes de los nuestros, o que los trabajadores de la salud no tendrían que abandonar a sus pacientes y a sus hijos pequeños para buscar en otras latitudes el reconocimiento y los simples bienes materiales imposibles de obtener aquí.
Si tuviéramos tan buen desarrollo educacional Cuba no fuera el país con mayor índice de maestros graduados fuera del sistema. Si la niñez estuviera tan bien atendida los cubanos no se abstendrían de procrear y la población cubana no estuviera disminuyendo por primera vez en nuestra historia.
Invito al señor Peña a fijarse en la estatura, peso y complexión de los niños y adolescentes cubanos, al precio de los juguetes o las compotas en las tiendas dolarizadas. Haría bien el analista en asomarse al abochornante espectáculo de la prostitución infantil y pre juvenil ―femenina y masculina― que ensombrece nuestras calles.
Desde allá el señor Peña se enorgullece de la supuesta ausencia en Cuba de drogadicción, crímenes, indigencia o discriminación racial. Como con semejantes planteamientos el gobierno extenderá alfombra roja para recibirlo me ofrezco de buen grado a acompañar al imaginativo columnista a adentrarse en la Cuba profunda y real para que despierte de su sueño. Les aseguro que me anima el sincero deseo de que pueda sobrevivir a la conmoción.
Aunque con tanto entusiasmo y añoranza lo que debe hacer es establecerse en Cuba, emplearse como periodista para que cada mañana el comisario de turno le indique que debe y no debe decir y el las tórridas madrugadas insulares realice la guardia del Comité de Defensa de la Revolución, claro para cuidar con todo el celo que lo anima “lo positivo que tenemos”.
Leonardo Calvo Cárdenas
Historiador y politólogo
Vicepresidente del Partido Arco Progresista (Parp)
Vice coordinador nacional de del comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR)
Representante de la Revista Islas