En uno de sus escasos poemas políticos, el andaluz Luís Cernuda estampó el alejandrino que aprovecho para titular este texto. Aludía Don Luís al asesinato perpetrado por los franquistas en la persona del gran poeta García Lorca y, sobre todo a los falaces argumentos presentados por los literatos falangistas para excusarlo. Los presentes artículos y declaraciones de la prensa oficial cubana a raíz de la corajuda muerte del preso político Orlando Zapata Tamayo me parecen merecedores del mismo alejandrino.
En primer lugar, insisten en negarle la condición de preso político, como si la Huelga de Hambre a la que recurrió no fuese en sí misma una acción política, casi la única a la que puede recurrir alguien privado de sus libertades y derechos. Ninguno de estos alabarderos se ha preocupado de presentar pruebas, pues la causa por la que Zapata va a la cárcel en el 2003 es, según Ubieta Gómez desorden público, vinculado a la protesta realizada por el hoy difunto contra la ola de arrestos y condenas arbitrarias en la primavera del 2003. Aún si esto fuese cierto, la toma de conciencia política en las cárceles no es insólita y cuenta con antecedentes bien conocidos, como el líder negro Malcolm X y el Comandante revolucionario Raúl Menéndez Tomasevich.
Cuando el Parlamento europeo aprueba por abrumadora mayoría una declaración condenatoria, ellos la califican de Declaración anticubana y la tildan de ser no lo que es, una condena a las autoridades por haber dejado morir a Zapata, sino de nuevo montaje contra la Nación, Así, se escudan detrás de la Patria, para rehuir la culpabilidad que les toca. En verdad, cualquier observador de los asuntos nuestros sabe a quienes atañe la responsabilidad, como en los trágicos casos del remolcador 13 de Marzo y del derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate.
Otra de las argucias es más astuta. Consiste en utilizar la presencia de la medicina cubana en otros países, un hecho loable, para anular la malignidad del proceder adoptado respecto al preso cubano, cuyo crimen consistió en protestar contra el caos totalitario en que ha venido a parar la alguna vez esperanzadora Revolución, y eso es imperdonable en Cuba, donde el Rey desnudo del cuento hubiese ordenado la detención del niño sincero y de toda su familia.
Este alegato refleja la minuciosa esquizofrenia del Régimen, cuya generosidad es en el fondo, una muy calculada inversión política, cuyos frutos pueden cosecharse en momentos como este, cuando la credibilidad se ve fuertemente cuestionada. Así, pueden obtenerse en la arena internacional votos de gobiernos agradecidos.
Aunque la toma de decisiones está siempre en la reducidísima élite directriz, se esfuerzan por envolver al nivel supremo en una neblina retórica, de tal manera que estos jerarcas supremos no queden comprometidos públicamente con sus actos políticos y de gobierno. Así, no sabemos, ni lo sabremos nunca, quién dio la orden final para que el Remolcador 13 de Marzo fuese atacado hasta su hundimiento, pese a las madres y niños indefensos a bordo. Cuando está en juego la represión, no hay piedad que valga. Eso explica el modus operandi aplicado contra Zapata Tamayo, un hombre indefenso que sólo podía hacerse daño a sí mismo.
La incapacidad política patente para manejar la protesta de este cubano, evidencia el grado de empobrecimiento al que han llegado, con la senectud colectiva, los caudillos del régimen. Acostumbrados al mando sin réplica, carecen ya de recursos de otro tipo, como no sean los trucos puestos en juego contra los secuestradores de la lanchita de Regla, que incluyeron la confección de un ejemplar falso del Diario que nunca miente, al decir de su propietario en jefe.
En la mesa redonda que tuvieron necesariamente que dedicarle al asunto, sólo enfocaron el caso desde el punto de vista clínico, acerca del cual presentaron sus testimonios los profesionales de la salud a quienes les tocó la imposible misión de prolongarle la vida, tras más de dos meses de ayuno. Faltó sin embargo el de sus carceleros, de quienes se mantuvieron indiferentes a sus demandas a lo largo de semanas y semanas. Me hubiese interesado verles las caras, oírlos justificar lo injustificable. No lo hicieron, porque ellos constituyen la verdadera cara siniestra del régimen, que alguna vez pareció encarnar los ideales martianos y hoy consiente en la muerte de un cubano digno.
Hay un detalle al que debe prestársele atención: por primera vez en 50 años la muerte deja de colocarse de parte de Fidel Castro, quien hasta el presente se había servido de ella con lucidez temeraria, tanto para propinársela a sus enemigos como para expresar su determinación inflexible. Tal vez, el sacrificio absoluto de Orlando Zapata Tamayo marque un hito en nuestro largo gobierno de difuntos y flores.
Rogelio Fabio Hurtado
Poeta y periodista independiente