tell_lie_visionNo es secreto para nadie el lugar que ocupa la televisión en el mundo moderno. En los países y regiones con algún nivel de desarrollo la TV juega un papel trascendental y definitorio en el entretenimiento, las referencias culturales y los trasiegos comerciales que marcan la vida contemporánea. En Cuba, una de las naciones precursoras de este medio en el continente, por tradición y coyuntura la televisión constituye un elemento esencial de la cotidianidad sociocultural del país.

Inaugurada el 24 de octubre de 1950, al triunfar la revolución de 1959, la TV cubana mostraba un desarrollo considerable, siete canales nacionales, uno en la provincia de Camagüey y las instalaciones preparadas para lanzar la TV en colores, lo que se unía a un reconocido nivel en los dramatizados que muchos valoran como antecedente de la telenovela actual y al interminable desfile de estrellas internacionales como parte de la enconada competencia de dueños y patrocinadores.

Al llegar al poder Fidel Castro supo discernir el alcance de la TV para adoctrinar y manipular a las masas ilusionadas con tanta libertad y justicia prometidas. Los que nacimos en la década de los años sesenta todavía recordamos haber sido beneficiarios de la calidad artística de aquella TV en vivo y blanco y negro, pero como muchas otras cosas la TV cubana también se desfasó de la evolución global del medio.

Monopolio, politización, retraso tecnológico, carencias materiales, falta de estimulo material al trabajo y el éxodo de muchos profesionales y artistas convirtieron a la TV cubana en una opción nada halagüeña en el momento que la vida nocturna y cultural de la Isla languidecía ostensiblemente.

La TV cubana quedó presa de viejos códigos mientras el medio se transformaba radicalmente con el desarrollo de los canales temáticos y sobre todo el satélite que globalizó las ofertas y colocó las referencias de la realidad en tiempo real.

Cuando la TV cubana trata de insertarse en ese ámbito global con su canal Cubavisión Internacional hace más bien el ridículo habida cuenta de las deficiencias tecnológicas y estéticas de que se quejan los eventuales televidentes a través del planeta.

En los últimos años, de una forma u otra, muchos cubanos han accedido a la televisión internacional, sobre todo a los canales hispanos de Estados Unidos. Se suponía que los televidentes cubanos a los pocos minutos de apreciar esa televisión decidieran prontamente regresar a disfrutar las “edificantes e instructivas” ofertas de los canales nacionales. Sin embargo los cubanos privilegiados que han logrado acceder a través de la pantalla a una nueva perspectiva del mundo actual se aferran a esa tupida red de cables y antenas decididos a ver la vida de otro color, aún a riesgo de ser víctimas de la enconada represión de unos gobernantes que se niegan a admitir que sus súbditos vean lo que ellos ven.

En la actualidad la TV cubana es rechazada por el público a causa de la sobrecarga ideológica que la caracteriza y sobre todo porque ni en sus espacios informativos, ni en los dramatizados refleja la verdadera realidad nacional.

En los últimos tiempos la TV cubana, más allá de sus traumas y carencias, parece decidida a burlarse de los televidentes cubanos al proyectar imágenes bien distorsionadas de la realidad económica y social del país. Eventualmente podemos ver en espacios informativos el reporte de grandes producciones agrícolas mientras las escaseces y los altos precios hacen mella profunda en los bolsillos y la estabilidad emocional de la inmensa mayoría de la población.

De igual forma de tarde en tarde la pantalla nos muestra la captura extensiva de muchas toneladas de grandes peces para el consumo a pesar de que en esta isla ese vital alimento se ha convertido en un lujo inalcanzable para muchos, mientras en la cuota normada por el sistema de racionamiento se distribuye pollo en sustitución del pescado y las pescaderías del llamado “mercado paralelo” establecidas hace un tiempo con precios prohibitivos brillan por su muy pobre oferta, convertidas en modelo de la ineficiencia congénita del sistema.

Por estos días dos spots publicitarios han agredido la inteligencia y sensibilidad de los cubanos. En el primero se recordaba el quincuagésimo aniversario del Centro de Genética Porcina y reafirmaba el objetivo del mismo de mejorar las razas para aumentar la producción, todo esto mientras cunde el desabastecimiento de este producto fundamental en la dieta del cubano que ha visto como se disparan los precios que vuelven a dañar su menguado poder adquisitivo.

Así mismo otro reportaje recordó el cincuenta aniversario del Instituto de Investigaciones de Pastos y Forrajes, institución científica encargada de generar nuevas y mejores fuentes de alimentos para impulsar el crecimiento de la masa de ganado bovino. Si el caso no fuera tan triste movería a risa.

¿Cómo nos agrede con semejante propaganda un gobierno que cual macabro prestidigitador ha desaparecido casi siete millones de cabezas de ganado que encontró en el país el aciago día de su arribo al poder y ha convertido incluso en un delito la adquisición y consumo del preciado alimento?

¿Qué ha hecho la cincuentenaria institución científica para paliar los efectos de las duras sequias que en los últimos años han diezmado aun más la ya maltrecha masa ganadera de varias provincias del país?

Asombro e indignación causan las recomendaciones dietéticas de la TV cubana. Desde la pequeña pantalla se nos orienta consumir carnes, pescados, frutas frescas verduras y productos lácteos que constituyen espejismos en los mercados y una ofensa al menguado poder adquisitivo de la mayoría de la población.

Ni que decir del primer spot moralizante sobre el racismo realizado por la televisión en muchos años, en el cual los racistas resultan ser precisamente las personas negras, quienes en el breve lapso del material primero reniegan de su condición y después rechazan el arribo a la familia de una persona de piel blanca.

Por otra parte las informaciones internacionales son objeto de absurdas distorsiones, fue tanto el trauma que provocó en las autoridades cubanas el ascenso del presidente Obama al poder que todavía pocas horas antes de su investidura algún trasnochado vocero oficialista advirtió incluso que podía morir de muerte natural. Baste recordar que cuando ya el autócrata libio había sido derrocado la TV cubana seguía llamando rebeldes al nuevo gobierno y denominaba como auto titulado al Consejo Nacional de Transición, como si las instituciones políticas fueran bautizadas desde afuera.

El colmo es que cuando todos los miembros de la Liga Árabe, algunos nada sospechosos de linearse con Occidente, condena, sanciona y presiona al sátrapa sirio Bachir El Assad todavía la TV cubana no reconoce que allí exista ningún problema más que la consabida campaña imperialista.

Así podíamos hacer interminable esta relatoría, mientras los agobiados televidentes cubanos continúan buscando alternativas para paliar su stress cotidiano sin ser víctimas de esa caja burlona que se hace cada vez menos voluminosa pero más mediocre e irrespetuosa.

Leonardo Calvo Cárdenas

Historiador y politólogo

contacto: elica12004@yahoo.es

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