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Roberto Fernández Retamar

Nadie pone en dudas la erudición del intelectual cubano, Roberto Fernández Retamar. Esas credenciales no lo eximen de su cuestionable colaboracionismo con el régimen que marginó y encarceló  a muchos de sus colegas, fundamentalmente en las décadas del 60, 70 y 80 del siglo XX.

En su larga vida, nació en 1930, ha sido testigo o parte de numerosas purgas y componendas ocurridas en el sector cultural.

Su proyección antiimperialista, la defensa del modelo revolucionario de un solo partido, junto a sus  extraordinarias dotes académicas,  lo catapultan a un estatus privilegiado dentro de un sistema en el cual esas características constituyen un pase seguro para formar parte de la élite.

No por gusto, dirige desde 1965 la Casa de las Américas, una entidad cultural que mantiene estrechos vínculos con la intelectualidad de izquierda, en especial con la que reside en el espacio latinoamericano.

Haberse doctorado en la Sorbona e impartido un curso de literatura hispanoamericana en la Universidad de Yale, entre otros méritos notables, lo convierten en una figura de gran importancia en la estrategia gubernamental para crear y mantener intercambios, así como  alentar simpatías, con una vasta red de instituciones culturales y personalidades pertenecientes a este ámbito del quehacer humano.

La labor desempeñada en el cargo muestra una excelente cosecha. Escritores de renombre como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez, por solo mencionar dos, han dado constancia de su fidelidad a los postulados de la dictadura insular.

La postura de ambos frente al caso del poeta cubano Heberto Padilla, quien fuera encarcelado en 1971 por su oposición al régimen, definió su apuesta por el represor. Después de adherirse a una misiva rubricada por numerosos escritores e intelectuales de varios países donde se denunciaba la situación ante el mundo, decidieron retirar sus firmas en una segunda carta en que se reafirmaba la decisión de romper definitivamente o distanciarse de la llamada revolución cubana.

Un número significativo de literatos y pensadores de la América hispanohablante, han terminado en las redes tendidas por el comisario Retamar y su cohorte de colaboradores.

Gracias a una labor paciente para la cual no faltan recursos, todavía Casa de las Américas funciona como un centro referencial en cuanto a cultura se refiere.

Aunque su etapa de mayor esplendor haya pasado, no es despreciable su influencia a partir de la participación y activismo de decenas de profesionales, que logran fusionar su talento con el puntual servicio a las órdenes que dictan policías y burócratas sin sensibilidad alguna para la literatura y el arte.

Retamar arremetió contra el premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, desde la capital de Argentina.

Invitado por el senador Samuel Cabanchik para ofrecer varias charlas y participar en el VII Festival de Poesía, el intelectual cubano no tuvo reparos en acusar al escritor peruano-español de servidumbre.

Para sellar su intervención con broche de oro, deslizó una empalagosa apología al guerrillero Ernesto Che Guevara, oriundo de este país y uno de los principales jefes de la lucha insurreccional cubana contra el dictador Fulgencio Batista (1952-1959). Guevara murió en combate el 9 de octubre de 1967 en Bolivia, tras infructuosos esfuerzos por fomentar una guerrilla contra la dictadura del general René Barrientos.

Si de acuerdo al punto de vista de Retamar, Mario Vargas Llosa es un ser indigno por no aplaudir todas las ideas políticas que se originaron a partir de la revolución bolchevique en 1917, pues él se enfrenta a no pocos cuestionamientos a instancias de su apoyo incondicional a un gobierno basado en el férreo control social y el castigo como instrumentos de perpetuación.

Su relevancia como ensayista y profesor universitario, se contrapone a sus altibajos en la manera de abordar el universo de la poesía, no obstante algunos premios obtenidos en este género literario.

Peor aún es su alistamiento en las tropas del socialismo real que han convertido a Cuba en un almacén de ruinas materiales y espirituales.

¿Será recordado por su brillo intelectual o por haber sido un eficiente comisario?

Es muy temprano para obtener una respuesta. Retamar aun vive, por supuesto en la otra Cuba. El país donde no existe el racionamiento, la falta de transporte, agua, el permiso de salida para visitar otras naciones y las cárceles donde amontonan hombres y mujeres por cualquier delito real o fabricado.

Su rúbrica en el documento donde una decena de escritores e intelectuales cubanos avalan el fusilamiento de 3 jóvenes por el fracasado secuestro de una lancha, en el que no hubo que lamentar heridos ni muertos entre los pasajeros, además de apoyar el encarcelamiento de 75 disidentes, todavía está fresco en la memoria.

Eso fue en el 2003. Parece que fue ayer. Al menos desde la perspectiva del que suscribe este artículo. Una de las víctimas de la tristemente célebre Primavera Negra.

Jorge Olivera Castillo

contacto: oliverajorge75@yahoo.com

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